A día de hoy algunos ya empiezan a fijar los
tiempos de sus recuerdos en antes del confinamiento, por la jodida pandemia del
Covid-19 y después de, fecha que aún no sabemos cuándo será.
En
mi caso hoy os quiero contar algo que sucedió antes.
El pasado día 16 de febrero un grupo de miembros de BEL nos fuimos hasta Zalla, en la comarca de las Enkartaciones para disfrutar de una visita guiada por las ermitas de San Pedro Zarikete y de San Pantaleón.
Fue una alegre mañana que como buenos vascos
terminamos ante una mesa en el “Restaurante Aretxaga”, por cierto alabada por
todos.
Pero lo que quiero contaros ahora es la historia de la visita a San Pedro Zarikete,
dado que además hace poco hable de San Pantaleón.
De esta ermita es muy fácil encontrar muchísima literatura mágica, esotérica, leyendas y costumbres, hoy Google pone cientos de entradas a nuestra mano.
Pero yo quiero referirme a otra visión de la
ermita y de las personas. Sobre todo de una…
Del alma mater de la restauración de la
ermita.
Nos recibió a la entrada de la ermita el arquitecto y director de la restauración, D. Francisco Javier García de la Torre.
Estoy convencido que sin él, sin Patxi, sin
su saber hacer, su talante y su empeño esta historia no hubiera salido
adelante.
Nos dio una exhaustiva explicación de todo el
proceso llevado a cabo en la restauración y de las cosas sacadas a relucir.
Piedras, pinturas, excavaciones, los fabulosos y prestigiosos retablos que
pronto darán que hablar, (guardaban una interesante historia)
Recuerdo una breve charla en “petit comité” en la que nos dio dos
grandes consejos para BEL.
“Cuando
decidáis iniciar un proceso de restauración lo primero y esencial es definir y
diseñar el proyecto de trabajo y los planos de actuación”
Y el segundo;
“Después no perdáis la paciencia, no tengáis
prisa, todo llegará”
En cuanto a todo el proceso de restauración
llevado a cabo en la ermita mejor que yo, os lo va a explicar este video que
han realizado ellos mismos.
Zalla se sitúa en el Valle de Salcedon en la comarca de Enkarterri. Surcada por el rio Cadagua, es uno de los pasos tradicionales a la meseta castellana. Es tierra de embrujos y exorcismos, y atrajo durante siglos a caminantes de la procedencia más dispar. Fue parte de la Ruta de la Lana y parada obligada entre los peregrinos que recorrían el hoy llamado “Camino Olvidado”.
Dice la leyenda que, al poner un pie en la
ermita de San Pedro de Zarikete,
se hallaba protección frente al mal de
ojo. Y en la ermita de San Pantaleón,
lugar donde la Inquisición quemó a Lucía de Aretxaga por brujería, se libraban
de jaquecas poniéndose el sombrero del Santo o sanaban de sus males mentales.
La restaurada y
musealizada Ermita de San Pedro Zariquete, bien merece una visita guiada para
descubrir todos sus secretos, tradiciones, costumbres y si es posible exorcizarse de nuestros particulares
demonios. Sabíais que han localizado los restos de la primitiva ermita del
siglo XI .
Hoy os vamos a hablar de la Ermita de San Pantaleón y de Lucía, la “Serora”.
La antigua ermita de San
Pantaleón estaba enclavada en el barrio de Arétxaga, en la finca La Cascajera,
del lugar denominado El Campillo.
Esta ermita fue totalmente destruida por una riada antes de 1764, pues hay
datos de que entre ese año y 1766 fue
reconstruida en su actual emplazamiento en el barrio de Gallardi.
De la antigua ermita tenemos
conocimiento porque existe constancia escrita en los libros de cuentas de 1725,
pero su origen con exactitud no se conoce, probablemente podría situarse al
menos, en el siglo anterior.
Junto a la primitiva ermita, la que se llevó la riada, fue quemada Lucia de Arétxaga, llamada también “La Beata o bruja de San Pantaleón”. Sobre este hecho se recuerdan dos inscripciones que existían en la ermita:
” Lucia de Arétxaga declarada bruja y quemada por la Santa Inquisición” y
“Lucia de Arétxaga, bruja declarada por la Santa Inquisición y quemada en el campo de San Pantaleón“.
Destaca en la actual ermita una gran y antigua
pila de agua bendita situada a la entrada. Las imágenes de Santa Mónica, San
Roque, San Valentín, San Cristóbal, San Sebastián y especialmente la imagen de San
Pantaleón, siendo la más notable y que además procede de la anterior ermita, realizada
en piedra policromada y cuyas medidas son
de 93 cm. por 30 cm.
Por el estilo es posible que esta imagen date del siglo XV, pero lo realmente curioso es el sombrero de San Pantaleón.
Es tradicional costumbre
arrodillarse ante el Santo médico, calarse el viejo sombrero y rezar un padre
nuestro para preservarse de los dolores y enfermedades de cabeza.
Pero volvamos a Lucia, ¿quién era? ¿Por qué tuvo ese final?
Zalla es la tierra de “Los
Brujos” así se llama a los vecinos del lugar. El imaginario colectivo del pueblo mezcla creencias de los antiguos con
las propias de sitios de tránsitos.
El boca a boca ha ido
creando una historia un tanto difusa, que con el paso de los años los vecinos
han enlazado con la vida de una mujer del pueblo que vivía en Arétxaga.
Hoy en día la figura de
Lucia ha sido recuperada incluso en las tradicionales fiestas del pueblo, ya
que una joven abre las fiestas al
interpretar, caracterizada para la ocasión, a Lucia, “La bruja”.
Incluso actualmente un
grupo de mujeres, formando un colectivo feminista, la han tomado como referente al menos en
cuanto al nombre al llamarse “Las Hijas de Lucia”.
Pero volvamos a la Leyenda de Lucia, dejadme que os cuente:
Érase una vez a finales del siglo XVII, en una remota zona de las Encartaciones Vizcaínas llamada Zalla, del Valle del rio Salcedon, vivía una mujer llamada Lucía.
Tenía fama de adivina la buena mujer, aunque según otros era en verdad una “saludadora” es decir una <<dadora de salud>>, una sorgina, una herbolera, o curandera ligada a las matronas que conocían los remedios para aliviar ciertos malestares derivados del dolor físico
Lucia, ya mayor y viuda se ocupaba de
cuidar la ermita de San Pantaleon de Aretxaga, vivía sola, cerca de la ermita, y se procuraba
el sustento a base de aceptar las limosnas que le daban por hacer algo que a
los vecinos les parecía bien; limpiaba los santos de la ermita y los cuidaba.
Pero también hacia algo que no gustaba tanto.
Pronto se corrió la voz e incluso
diríamos la fama de sus “dotes” adivinatorias y sanadoras y los vecinos
procuraban seguir sus consejos.
Tal fue su fama y renombre que al ser
Zalla un lugar de paso del camino de Santiago antiguo y lugar de tránsito y
comunicación entre Castilla y la costa. No es raro que alguno de los muchos
comerciantes que pasaban por allí solicitara sus servicios…
Se dice en Zalla que, un buen día, se
acercó hasta la ermita un hombre. Un comerciante de vinos navarro con posibles,
seducido por lo que oyó decir a los vecinos, pidió consejo a Lucía a cuenta de
algo que le tenía a mal traer; su mujer
había perdido un anillo y él estaba convencido de que le engañaba con otro
hombre.
Lucia, anciana y sabia le explicó al
vinatero que al ser él alguien con buena posición el hombre con quien su mujer
le engañaba posiblemente fuera alguien cercano, pobre quizás, pero que le
ofreciera a la doña otros placeres más terrenales…
Durante esa noche en la que el
vinatero se retira a descansar, en la cuadra junto a la casa duerme su criado,
que en realidad no duerme pues le despiertan extraños ruidos que provienen de
la pobre cocina de la casa en la que habita Lucia.
Y es que, según afirmó, Lucía había conjurado al diablo y preguntado por el anillo, el cual le contesta que el anillo está en una de las cubas de vino de la familia, ya que se les cayó allí. Lucía, sin embargo, le dice al vinatero que su mujer le ha dado el anillo a su amante. Muy enfadado, el vinatero sale en dirección a la ribera navarra, a su pueblo con intención de matar a su mujer, pero su criado le da alcance y le dice que ha escuchado la conversación entre Lucía y el Diablo, confesándole dónde se encuentra el anillo realmente.
Poco tardó el vinatero en denunciar a Lucía, al Santo
Oficio. Pronto fue detenida y quemada en la hoguera en la misma campa de la ermita
que tanto y tan bien cuidó.
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